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Paradójicamente, aunque la planta del cacao es originaria de Meso y Sudamérica, esta commodity ha sido popularizada en el planeta entero en forma de chocolate fino procesado en otras zonas del mundo, en particular Suiza y Bélgica, en cuyas latitudes el cacao simplemente no existe.

Para el público de los Estados Unidos y Europa, la palabra chocolate evoca visiones de deliciosos postres y cajas de dulces, hasta el punto de que algunas personas consideran al chocolate una pasión.

Con la llegada de los españoles a América durante el descubrimiento, uno de los tesoros que los conquistadores encontraron fue un fruto muy peculiar del cual se utilizaban sus semillas y la pulpa, el mismo que era parte de sus prácticas religiosas, espirituales y hasta su  economía.

La palabra náhuatl,  kakawa-tl se hispanizó y posteriormente supervivió como kakaw.

La palabra cacao se refiere, por lo general, a las especies de Theobroma cacao aunque, entre los Mayas de Mesoamérica, el término es a veces también aplicado al Theobroma bicolor.

El alimento de los dioses ( Theos= Dios, broma= alimento) del Nuevo Mundo terminó siendo el manjar de la realeza europea aunque antes había sido un signo de riqueza, poder y leyes desde las épocas de los Olmecas, Mayas y  aztecas. El uso de las semillas de cacao en forma de una moneda de cambio, como la concha Spondylus, está bien documentado. Reyes y reinas fueron sepultados con frutos de cacao a sus lados.

En nuestros días, el aprecio por el chocolate tiene un valor casi universal. Es muy difícil encontrar a alguien a quien no le guste el chocolate  y hay quienes se atreven a afirmar que su mundo resulta paralelo al del vino. Es que no sólo es delicioso al gusto sino que tiene extraordinarias propiedades farmacológicas. Las sustancias que contiene caen dentro de tres categorías: neuroactivas, antioxidantes y estimulantes.

Las neuroactivas actúan estimulando o bloqueando neurotransmisores en el cerebro.
Los antioxidantes liberan a las células de los efectos nocivos de los radicales libres.
Y los estimulantes aumentan la actividad del sistema nervioso central.

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